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Dicen que Guadalajara es el Valle del Silicio Mexicano, pero eso no es cierto

Todo ingeniero que quiera transformar su ciudad en un Silicon Valley debe de vivir primero en un Silicon Valley. O al menos considerarse a sí mismo como un nativo.

Me hubiese gustado aprender eso hace años, y tal vez, si no es posible mudarte inmediatamente, pareparte para eso. No puedo cambiar el pasado pero tengo la oportunidad de cambiar el futuro de algunas personas -incluyendo a mi hermano-. Y ese es uno de los propósitos de este blog.

Me mudé a los Estados Unidos hace apenas un año. No fue doloroso, ni difícil, mi esposa me apoya y mi perro es lo suficientemente pequeño para viajar a bordo. Hay una aerolínea barata que hace vuelos directos hacia mi ciudad 3 veces a la semana. No tengo hijos. Por eso, como decimos en México: Caí en blandito. Eso no significa que todo haya sido perfecto.

Con más de 30 años en mi espalda -y 15 años de profesionista en el cinturón- me mudé al área metropolitana de Seattle (también llamada el Puget Sound). Esta migración es temporal (debido a mi VISA) y espero regresar a México muy pronto, pero antes de regresar necesito obtener las herramientas que necesito para transformar México. En este año pasado, en la lenta búsqueda de esas herramientas, me di cuenta que es un trabajo que no puedo hacer yo solo, ni tú, tampoco las instituciones mexicanas. Cada ingeniero que quiera hacer de su ciudad un Silicon Valley debe de vivir en un Silicon Valley. O al menos considerarse un huésped.

Afortunadamente, el gobierno y las instituciones de mi ciudad entienden eso. En todos los niveles, crean incubadoras con enlaces a aceleradoras en los Estados Unidos, desafíos, hackatones, y conferencias masivas (como el Campus Party). Traen a gente como Jon “Maddog” Hall, Wosniak, Kevin Mitnick, Akira Yamaoka o Buzz Aldrin. Mandan a los que son supuestamente nuestros mejores y más inteligentes (o mejor digamos a gente con cualidades específicas que siguen el proceso mejor que otros) por meses para hacer pasantías. Pero eso no es suficiente, y con solo programas patrocinados nunca lo será.

Mi ciudad -la segunda ciudad más grande de México-, tuvo 113,944 graduados en ingeniería en 2015. La mayoría de ellos tienen un nivel básico de inglés. Pero, ¿Cuántos de esos ingenieros puede el gobierno enviar al extranjero? Mi suposición es que es un pequeño porcentaje (<1%), un porcentaje que aunque insignificante en números pueden hacer una gran abolladura forjando el paisaje tecnológico de la ciudad.

Gracias a algunos programas, Guadalajara (el Silicon Valley mexicano), verdaderamente se ha convertido en un centro tecnológico, un clúster de ingeniería software con sitios de grandes corporaciones (Oracle, IBM, HP, Intel, Tata, etc.) y también de startups (Wizeline, Ooyala, etc.). Es un lugar asombroso con cultura de clase mundial, comida, entretenimiento, gente, y un sitio donde puede surgir tu carrera. (Puedes leer más acerca de esto en Porqué me mudé a México -en inglés-.

¿Puedes imaginar si al menos el 20% de los ingenieros pudieran trasformar Guadalajara sabiendo exactamente qué quieren cambiar? ¿Puedes imaginar si el 50% de los ingenieros tuvieran la experiencia de evitar cometer los mismos errores que los que se cometen en Silicon Valley?

Vivir y trabajar en el extranjero, no solo significa el mejorar el idioma y aprender nuevas habilidades técnicas (cosas que más o menos puedes hacer en tu país de origen), sino que también significa aprender a interactuar con nuevas culturas, diferentes estilos de manejo, sinergias no convencionales. Aprender lo que está bien y lo que está mal (y lo muy mal) con las ciudades, adquirir la experiencia y utilizarla como herramienta para evadir los mismos errores, los grandes dolorosos errores, los problemas sin salida. Es solo con nuestra ayuda que podamos transformar los paisajes de nuestras ciudades, por el beneficio común y- por qué no-, solo por diversión.

Como bien dicen, “la mejor manera de aprender algo es jugando.”.

Traducido por Itzel Rodríguez Morelos